A todos los que me habéis invitado a retomar Por Tutatis. Gracias.
Tras media hora pensando en una primera frase para este artículo, uno acaba por reconocer que no está para fachadas. Otra vez una hoja en blanco. Diez meses después, vuelvo a enfrentarme a la provocación del folio inmaculado que aguarda ser traspasado por la vida. Y otra vez los mismos pensamientos que me hicieron dejar de escribir, y peor aún, dejar de disfrutar escribiendo. El silencio del teclado abre paso al machacón susurro del Enemigo de la naturaleza humana que sugiere: “no eres suficiente”.
Es, en el fondo, la tentación que acecha a cualquiera que quiera comenzar: “no eres suficiente, ni suficientemente bueno. No sirve de nada que empieces, no te pongas en marcha. No eres capaz de la belleza. Ni del bien. Estás solo.” Y es suculenta la mentira disfrazada, pues hay en ella algo de verdad delirante: efectivamente, si estamos solos, si no somos sostenidos — confirmados — por Otro, nada nos hace pensar que seamos suficientes para emprender el camino, cualquiera que éste sea.
Animado, no obstante, por el tiempo de Navidad recién clausurado, comienzo. Retomo la invitación del folio en blanco con la conciencia de que mi soledad ha sido visitada, habitada, por una Presencia.
Es lunes de la primera semana del tiempo ordinario, y pese a haber dejado atrás — litúrgicamente — las fiestas de la Navidad, algunos de sus protagonistas han decidido acampar en mi corazón. En realidad no sé si lo han decidido ellos o si mi corazón se lo ha pedido, pero lo cierto es que los pastores de Belén aún no se han despedido.
Tras el anuncio del ángel, los pastores no pensaron que no eran suficientes. Simplemente fueron al portal. No consta que se afanasen en llevar regalos al Niño, ni que se demoraran adecentándose. Muy al contrario, comprendieron pronto que su ofrenda eran ellos mismos y sus rebaños. Intuyeron con una sencillez apabullante que Dios tan sólo quería ser mirado y curioseado por ellos, que Aquel que es don no deseaba más que darse.
Cuántas veces me descubro rechazando ofrecerle al Señor lo que soy por no poder darle lo que me gustaría ser. Cuántas veces le niego mi ser y mis rebaños — malolientes y desatendidos — por querer presentarle oro, incienso y mirra. Y cuánto me conmueve la sencillez de los pastores, ajenos a la perversa lógica meritocrática que ha infectado hasta nuestra relación con el Padre. En cuanto me despisto vuelven los “cuandos”: cuándo sea, cuando haga, cuando rece, cuando consiga, etc.. Siempre huyendo de la obscenidad que es el amor gratuito, insalvablemente asimétrico.
Quiero ser como los pastores. Quiero dejarme tocar por la Misericordia de un Dios que arde en deseos de recibirme así, y descubrir en Su mirada que está bien. Quiero volver a escribir con la libertad de quien no se exige lo inalcanzable y con el gozo de quien reconoce que la realidad es maravillosa así.
Nos vemos por aquí.
Con cariño,
Nacho
FLECHITA PARA ARRIBA
Copio esta sección del substack Sonajero, de Santiago Isla, para ir compartiendo los highlights positivos de la semana.
Volver a ver Sonrisas y lágrimas ha hecho que pongamos más música en casa, y mi madre está empeñada con sacarnos a bailar. Mi vergüenza se resiste pero es cuestión de tiempo. Mientras, el carrete de mi hermana disfruta.
¡Tantas veces lo mejor es enemigo de lo bueno!
Gracias por volver Nachete, se te echaba de menos